Crítica
Tragedia que no arrebata
Teatro Alhambra, Granada. 14 y 15 de noviembre de 2014.
Me imaginé este montaje de Claudia Faci en una salita pequeña del centro de Buenos Aires, y pienso que, tal vez allí, con el público abrazando a los actores, la pieza adquiriera mayor fuerza que en el, a veces, inmenso escenario, al que, además, se sumaba la carencia de aforamiento, que contribuía a una mayor sensación de pérdida. Y pienso que, tal vez, también aquel público podría encajar de otra manera la propuesta, y que me habría ahorrado tener que escuchar a algunos y algunas cuestionándose cada x en sotto vocce “¿qué hace? ¿por qué hace eso?” o “hemos venido al teatro para ver a una tipa lavándose el chichi”.
Tal vez, y solo tal vez, esta obra de Strindberg no era la más adecuada para versionar, no por su calidad sino por su complejidad, pero desde luego no se le puede negar a esta propuesta que sea osada y provocadora. Provocar, provoca; aunque en ocasiones cosas no intencionadas, sin embargo, al veredicto del público han de estar abiertos y preparados quienes proponen este tipo de teatro, y hacen de la interpelación al espectador y la continua ruptura de la cuarta pared uno de sus caballos de Troya. Y será este quien, finalmente, se decante por quedarse con el desconcierto, el desasosiego, el rechazo o el aburrimiento que puede generar este A-creedores.
¿Qué pasa cuando en el teatro no pasa mucho? Está bien que así sea cuando ese es el conflicto que se quiere mostrar, es decir, cuando precisamente se denuncia que en el teatro, como en la vida, no tiene por qué pasar gran cosa o lo que pasa no tiene sentido. Es desde esta perspectiva defendida por el teatro del absurdo desde la que se han de tomar y entender las obras del género. Cosa distinta es cuando la escena se cae por prolongación de un efecto o porque lo que se expone no acaba de resultar atractivo para captar al espectador. Y es que, en ocasiones, la acción dramática estaba más en la voz en off que en lo que acontecía en la escena.
Por otro lado, sin embargo, la convicción lograda por Claudia Faci y Fernanda Orazi conseguía generar el efecto deseado por la directora de descolocar al público. Su máxima expresión tuvo lugar a través de un “experimento” en el que, además de voyeurs, los espectadores éramos protagonistas y cómplices. Divididos entre la sala y el hall, dependiendo de nuestra propia elección, se nos permitía ver solo una parte de la obra. Desconozco qué siguió aconteciendo sobre el escenario, pero en el recibidor del teatro se nos convenció de estar asistiendo a una parte improvisada, en la que la supuesta falta de preparación condujo al resultado interesado de generar en el público (que no sabe muy bien para qué lo han sacado de la sala, qué es lo que están viendo fuera, cuánto de teatro hay en ello, y si se estarán perdiendo algo de dentro) la misma sensación de desprotección y pérdida que experimentaba la actriz por la traición que acontece en la trama.
Una vez más, TAL VEZ ese regusto amargo que se queda en la garganta del espectador justifique otras carencias de la puesta en escena. Por el momento, les recomendaría que asistieran y sacasen sus propias conclusiones.
Ficha técnica y artística:
Versión y dirección: Claudia Faci. Basada en: Acreedores, de August Strindberg
Intérpretes: Fernanda Orazi, Pablo Messiez, Claudia Faci
Luz: Carlos Marquerie
Sonido: Óscar Villegas
Vestuario: Soledad Seseña
Música: Óscar Villegas, Talking Heads
Fotografía: Pedro Albornoz y Jesús Placencia
Dramaturgia: Jaime Conde-Salazar
Producción ejecutiva: Paz Santa Cecilia
Asistencia a la dirección: Paloma Díaz
Una producción de: Claudia Faci y Paz Santa Cecilia (MAGALE PRODS.)
Crítica originalmente publicada en LuxEdden.