El canto de la cabra

Nos llega una noticia. Una de esas noticias que no sorprenden pero que uno espera que nunca lleguen. Porque nos recuerdan las mentiras que muchas veces nos contamos las gentes del teatro. Porque nos vuelve a poner sobre la mesa la precariedad de muchos creadores y de muchas iniciativas. Y, sobre todas las cosas, nos recuerda que las instituciones y sus gestores -salvo honrosas y excepcionales rarezas- no están por la labor de hacEl canto de la cabraer su trabajo.

Cierra la sala madrileña ‘El canto de la cabra‘. Una más. Y no cierra por ineficacia en su gestión ni por desidia de sus promotores. Cierra por dinero, por poco dinero, ese dinero que nuestras instituciones se gastan a manos llenas en eventos con los que rentabilizar su imagen.

Desde esta tribuna les rendimos un homenaje por su trabajo y les ofrecemos nuestro aliento para que su labor continúe, en algún momento, en algún lugar. Os dejamos con las palabras de sus protagonistas.

Cerrar un teatro es algo muy difícil. Haber dedicado dieciocho años a este proyecto y cerrarlo es algo muy difícil. Es increíble que un teatro tan pequeño en un ciudad tan grande haya activado la escena de la manera que lo ha hecho. Es lamentable que un proyecto como éste, cuyo fin era mantener un espacio, un lugar donde la escena contemporánea y la experiencia artística pudieran manifestarse, no haya tenido el apoyo suficiente para crecer. Pero lo más inverosímil y lo más lamentable es que durante todos estos años, un teatro sin dinero para programar con un total de ciento sesenta metros para todo y un aforo para sesenta espectadores, haya sido casi exclusivamente el único espacio para las artes escénicas no convencionales en Madrid.

Se ha hablado de nuestro cansancio, de nuestro agotamiento. No es que lo vayamos a desmentir, pero ciertamente no es motivo suficiente, ni mucho menos. Sabemos bien lo que significan estas palabras y no es cansancio ni agotamiento lo que nos ha llevado a tomar esta decisión.

Era importante para nosotros anticiparnos a la tragedia. Cerrar el teatro antes de su derrumbe, cerrar el teatro antes de que aquello no tuviera razón de ser.

En nuestra última obra estrenada “Trece años sin aceitunas” nos estábamos despidiendo de El Canto de la Cabra como Sala de Teatro. Luego hicimos un epílogo donde hablábamos de las alucinaciones. Después sólo nos quedaba ser consecuentes. Tal vez todo sea eso, otra de nuestras alucinaciones, quién sabe.

Hace unos años escribíamos en el propio programa de la Sala que no teníamos muy claro si nos daban por muertos o nos daban o por culo. Ambas cosas, nos dieron por muertos y nos dieron por culo. Y cuando decimos esto no estamos hablando únicamente de nosotros, estamos hablando de muchos otros, de varias generaciones de artistas ignorados simplemente por nuestra manera de entender el teatro.

Este cierre tiene algo de desesperación, algo de renovación y mucho de: señores de la administración, gestores culturales, consejeros, programadores… hagan su trabajo. Es imposible llevar a cabo políticas culturales en una comunidad ignorando o dando la espalda a la evolución artística que se está desarrollando en esa comunidad. La programación en nuestra sala ha sido excelente, a casi ninguno de ustedes les ha interesado nada.

Ahora la sala ya no importa, no existe, lo importante no es el cierre, hemos hecho en este espacio todo lo que podíamos hacer, lo importante es justamente eso, lo hecho, lo que existe, lo que hemos podido hacer y lo que podría ser posible seguir haciendo si los medios con los que cuenta la administración se dedicaran a ello en lugar de tanta cabalgata nocturna, tantas inauguraciones, tantos canapés y tanto usar la creación contemporánea únicamente como eslogan para “sus” grandes centros.

Seguiremos mostrando nuestro trabajo en otros teatros, en otros espacios, nos gustaría trabajar en Madrid, desarrollar nuestra obra en Madrid, pero si la cosa no cambia tendremos que continuar buscando otros lugares, tendremos que abandonar la ciudad y tendremos que seguir preguntando ¿por qué?.

Con la desaparición de este espacio desaparece para muchos un lugar compartido durante años, noches memorables, noches de calor, emociones a veces rotas, imágenes nunca grabadas y mucho contacto humano. A todos vosotros os queremos decir que nosotros también estamos jodidos con este cierre, y con esta ciudad que odiamos y amamos mucho, y con los reyes magos que ya han sucedido parece ser que de nuevo en el mismo sitio.

Y ahora que todo esto ha terminado…

Queremos dar las gracias a todos los que han contribuido a que El Canto de la Cabra haya sido un placer. Este proyecto ha sido para nosotros una fuente continua de conocimiento y sabiduría.

Queremos también dar las gracias a las compañías, colectivos, artistas, espacios, teatros, salas, festivales… a todos los que trabajan para que el arte escénico pueda progresar.

Tenemos conversaciones a diario con nosotros mismos, conversaciones en las que nos preguntamos como nos encontramos en nuestro estado actual, carentes de Sala, abandonados al azar, pero de momento sólo nos lo preguntamos.

Si no pasa nada más que las cuatro notas de prensa y los inevitables rumores y chismes de bar tendremos motivos para saber que el cierre era inevitable y si pasa, bueno, si pasa algo, lo que sea, algo, un movimiento, algo que se detiene, alguien que recapacita, una brecha que se abre, además de inevitable habrá servido para algo.

Elisa Gálvez y Juan Úbeda. (15 de enero de 2009)

2 thoughts on “El canto de la cabra

  1. Quiero dar desde aquí mi más sincero pésame no sólo a Elisa Gálvez y a Juan Úbeda por el cierre de la sala sino a toda la gente de teatro pues cuando ocurre una desgracia como esta es como si a todos se nos muere un poquito del alma de cada uno.

  2. Una pena, un lugar magico que atraía a gente como yo que no somos expertos ni apasionados del teatro. Espero que no se cargen el olivo por lo menos…

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