Así que pasen 86 años…
Crítica
22 de enero de 2016. Teatro Alhambra. Granada.
En un viaje a Cuba, Federico García Lorca escribía El Público. Corría la década de los 30 del pasado siglo cuando los amigos a los que presentó la obra no consideraron que la sociedad de la época pudiera otorgar una buena recepción al vanguardista libreto. Reservado solo a su estudio, el texto hubo de esperar a que en 1986 el Centro Dramático Nacional se atreviera a ponerlo sobre las tablas. No sabemos si entonces el público estaba preparado para la experiencia, ni si lo está hoy, 30 años después de su estreno, pero lo que es seguro es que, tras todos estos años, con la sombra de la figura de Lorca (y/o de sus teóricos y especialistas) sobrevolando la escena, se hace complicada la emancipación del espectador y la liberación de la obra del tutelaje del autor. Es difícil tratar de ver solo lo que se muestra, y escuchar solo lo que los actores pronuncian obviando todas las interpretaciones que circundan la obra del granadino, y que arrojan veredictos sobre la adecuación o no de los elementos escénicos a sus simbologías y sentidos. Sin embargo, aún siendo imposible, es preciso tratar de hacer ese ejercicio de desprenderse del paratexto y del intertexto, aunque solo sea por tratar de conceder exclusividad al trabajo de un equipo, en este caso, el presentado por el Teatro de la Abadía y el Teatro Nacional de Catalunya bajo la dirección de Álex Rigola.
En esta lucha entre “el teatro al aire libre” y “el teatro bajo la arena”, el paso del tiempo ha liberado a Rigola de algunas de las máscaras propias que arrastraba el teatro en el momento en el que el Lluís Pasqual estrenara la pieza, y ya no vemos a intérpretes histriónicos de engoladas declamaciones. Pero lo que el tiempo no ha podido soslayar en la propuesta de Rigola es la dificultad de que un texto de carácter poético como El Público suene desconocido en boca de algunos actores (lo que pudo generar cierta descompensación entre las escenas), y que, por tanto, exija una importante entrega del espectador para mantener el interés en el desarrollo de la obra. La sensación ante esta falta de constancia es que el espectáculo -correcto sin llegar al entusiasmo- va alcanzando fuerza a medida que se acerca al final, teniendo como uno de sus puntos más álgidos la canción del Pastor Bobo, interpretada en vivo por uno de los personajes “caballo”, y magistralmente acompañada por la danza de Laia Durán.
Para contrarrestar este hándicap sobrevenido por el texto (de indiscutible belleza, por otro lado), el mundo del “teatro imposible” de Lorca ofrece infinita licencia a la creatividad del director de escena a través del simbolismo, el surrealismo y el clima onírico. Rigola trata de dotar de espectacularidad este Público mediante estos elementos, pero con justa medida, no arriesgando demasiado para no pasarse de rosca. Un escenario cubierto de arena (o algún material que lo simulaba), y un telón de espejo al fondo de la escena es la primera alegoría que brinda el director con acierto. Por otro lado, se debate entre el dentro-fuera del teatro de forma constante: nos advierte desde que cruzamos la puerta de sala qué es lo que se está poniendo en escena al transportarnos con El negro no puede en directo a la vida real del autor; le siguen proyecciones en blanco y negro de La Barraca, y la presencia de Federico se hace obvia con su imagen proyectada durante toda la representación. Inevitablemente, estas incursiones disturban al espectador que quiere zambullirse en el juego de lo simbólico, y que alcanza con la visualización de los personajes oníricos su mayor disfrute e interés. No obstante, refuerzan la idea de obra fronteriza entre la realidad y el sueño que Álex Rigola ve en el texto de Lorca, y ante ser coherente escénicamente con su visión, no hay nada que reprochar. El catalán apuesta especialmente por el componente erótico del guión, y por hacer patente el carácter homosexual de su literatura a través de los personajes. Un conflicto que, en este montaje, parece elevarse sobre otra de las claves del texto como hacer caer la máscara para dotar de verdad el teatro.
Publicado originalmente en: http://luxedden.blogspot.com.es/
Ficha artística y técnica:
Dirección: Álex Rigola
Intérpretes: Nao Albet, Jesús Barranco, David Boceta, Juan Codina, Laia Durán, Irene Escolar, María Herranz, Jaime Lorente, David Luque, Pau Roca, Pep Tosar, Jorge Varandela, Nacho Vera y Guillermo Weickert.
Espacio escénico: Max Glaenzel
Iluminación: Carlos Marquerie
Vestuario: Silvia Delagneau
Espacio sonoro: Nao Albet
Coreografía del Pastor Bobo: Laia Duran
Colaboración dramatúrgica: Eleonora Herder
Ayudante de dirección: Carlota Ferrer