Crítica
Cuando dejarse balancear es fácil
Teatro Alhambra. Granada. 30 y 31 de enero de 2015.
“Otras bailarinas pueden estar en la pista/ Querida, pero mis ojos la verán solo a usted / Solo tú tienes la técnica mágica / Cuando nos balanceamos, me vuelvo débil”. ¿Le gusta a usted Dean Martin? De cualquier forma, subo cinco a que hubiera subido a marcarse unos pasos de su Sway al final del espectáculo.
Castejón, Rellán, Bermejo y García Millán consiguen reconciliar por un rato con la fatídica vida a base de buena interpretación sobre el escenario.
Pau Miró, que lleva en la manga casi todos los palos de la baraja de las artes escénicas, (es actor, dramaturgo y director), y, por lo tanto, tiene una visión panorámica para poner las piezas a danzar, ha construido una puesta en escena de coreografía medida, equilibrada, con el uso justo de efectos, y aplicados en el momento necesario: la medida que marca la diferencia entre un trabajo bien hecho con el de un principiante o un pretencioso cuyos fuegos artificiales no están a la altura de las expectativas.
Es manifiesto, además, que Miró no solo conoce este medio sino que sus affaires con la televisión le han valido para plantar guiones con cierta facilidad. Lo cual, dicho sea de paso, podría volvérsele en contra de forma temprana por aquello de que el éxito pueda nublar la autoexigencia y autocrítica. En este caso, la trama está bien construida; pero la narración se pone en valor sobre todo gracias a la ejecución de los cuatro actores, que convierten una historia simplona, aunque divertida, en un espectáculo en el que no duele invertir solo por llevarse a casa la sonrisa en los labios.
La hora y media vuela como si se estuviera ante una comedia dramática en el sofá de casa. Y no lo digo peyorativamente; la interconexión de recursos del teatro con los de la literatura o el cine le confieren una atractiva identidad de conjunto, propia del teatro contemporáneo, aunque sin el simbolismo y el personalismo de otras de las producciones que se amparan bajo esta etiqueta. Aquí el riesgo es menor, y se advierte en su concepción que está pensada para acceder a todos los públicos y conseguir rédito fácil en las taquillas. La figura del antihéroe vende porque llama a la identificación, ahora y en todos los tiempos desde la Modernidad. El fracaso está por encima de la crisis y de las situaciones; es una actitud, un tipo de personalidad, un estado emocional que no se puede tapar con dinero. Esa es la tragedia de los jugadores: que pierdan dinero al póquer o a la ruleta supone solo la consecuencia. La desgracia está en el deseo de jugar, en hallar pasión en insustanciales vidas. Sin embargo, estos cuatro personajes no mueven a compasión. Recrean a personas que viven con sus defectos y debilidades, y que, de entre ellas, saben buscar sus motivaciones, generar su propia historia y reinventarse como personaje en la cotidianidad. El triunfo, al fin, del ciudadano medio.
Ficha artística y técnica:
Escrita y dirigida por: Pau Miró
Distribuida por: Producciones Teatrales Contemporáneas, SL
Reparto: Jesús Castejón, Luis Bermejo, Ginés García Millán y Miguel Rellán
Diseño iluminación: Juan Gómez Cornejo
Diseño escenografía: Enric Planas
Diseño vestuario: Elisa Sanz
Espacio sonoro: Jordi Collet “Sila”
Ayudante dirección: Juan José Andreu
Productores asociados: Jonathan Zak y Maxime Seuge
Producción ejecutiva: Olvido Orovio
Directora producción: Ana Jelín
Realización escenografía: Mambo decorados y sfumato
Técnicos iluminación: Ion Aníbal López y David Hortelano
Maquinista: David Vizcaíno
Gerente: Carlos Montalvo
Publicado originalmente en: luxedden.blogspot.com