El exilio, la emigración, la guerra y los campos de refugiados son los mimbres con los que la compañía, Remiendo Teatro, ha urdido Un horizonte amarillo en los ojos. Del 20 al 22 de enero de 2012, recuperamos en el Teatro Alhambra de Granada el drama apocalíptico con el que arrancamos nuestra trayectoria profesional en 2004.
En un mundo devastado, un hombre arrastra un carro en el que transporta varios sacos. Con el miedo pegado al cuerpo, cada noche esparce la tierra que contienen, para recogerla a la mañana siguiente. Este antihéroe errante puede ser un vagabundo, un moderno samurai o un remedo de Mad Max, poco importa. En Un horizonte amarillo en los ojos, hemos recurrido a la metáfora para reflexionar sobre el desarraigo y la identidad.
La pieza, dirigida por Antonio Hernández Centeno y protagonizada por Carlos Gil Company, supuso el debut profesional de la compañía en 2004, y marcó nuestras líneas definitorias. En Remiendo practicamos un teatro comprometido, indagador e interrogante, y acostumbramos a ambientar nuestras propuestas en mundos alternativos al real, pues las alegorías nos permiten presentar visiones más lúcidas y complejas sobre nuestra sociedad.
No es difícil encontrar referencias bibliográficas o cinematográficas donde se especula con la desaparición de la raza humana. Como en La carretera, novela con la que Cormac McCarthy ganó el Premio Pulitzer en 2007 y en El libro de Eli, película dirigida por Albert y Allen Hughes, Un horizonte amarillo en los ojos interpela al espectador sobre su actitud en un mundo carente de ley, donde prima la supervivencia.
“Gracia Morales me ha ofrecido un monólogo dramático lleno de lirismo y poesía crítica hacia la sociedad en la que vivimos”, resume Hernández Centeno.
Esta pieza unipersonal, “inquietantemente posible”, se reestrena en el Teatro Alhambra, en un momento histórico en el que merece la pena explorar “la incomunicación, el individualismo exacerbado, el desarraigo, el exilio, la violencia, la ausencia de valores y la injusticia social”, enumera la autora.
La reposición recoge los frutos de siete años de trayectoria de la compañía y supone una puesta en escena actualizada y mejorada. La calidad del texto viene avalada por nuestra dramaturga, Gracia Morales, merecedora de importantes galardones, como el Premio Marqués de Bradomín (2000), el Premio Romero Esteo para jóvenes autores andaluces (2003), el Premio SGAE de Teatro 2008 y el reciente Premio SGAE de Teatro Infantil y Juvenil 2011.
Dos pilares fundamentales de la propuesta son la incorporación de audiovisuales y la música. John Dickie se ha encargado de nutrir el monólogo de imágenes reales. Las grabaciones han sido rodadas en Super 8 en diferentes partes del mundo y definen las vivencias del protagonista.
La composición, por su parte, recoge la locura y los recuerdos traumáticos que resuenan en la cabeza del personaje, pero también los ecos de la tierra. El resultado es una banda sonora de gran belleza que transita de los sonidos agresivos al empleo de la voz humana, a modo de transmisión oral de la historia.
“Hemos utilizado instrumentos tradicionales de diversas culturas, como el acordeón, el clarinete, el koto, la kalimba, secciones de viento, secciones de cuerda, guitarra y percusiones diversas, y los hemos mezclado con sonidos electrónicos, bases programadas y sintetizadores”, relatan sus autores, Mar Barea y Jaime Serradilla.