Crítica
Un aplauso a la profesión
Teatro Alhambra. Granada. 17 a 20 de diciembre de 2014.
En ocasiones pienso que para realizar críticas teatrales hubiera necesitado cierto alejamiento del mundo entre bastidores, porque cuando me siento frente al escenario no solo veo lo que allí está aconteciendo sino también las horas de carretera en furgoneta, el sudor del montaje antes y después de cada función, el vértigo de las escaleras para enfocar los pc, el desánimo de los actores ante un mal pase previo al estreno…
Veo todo eso e, invevitablemente, genera un valor emocional frente al espectáculo. Si yo me hubiera rodeado de obreros en lugar de actores, directores y técnicos, ahora mismo estaría lamentando la caída de la burbuja inmobiliaria sin pensar en las penurias de las familias para pagar intereses abusivos por sus hipotecas. Sin embargo, como a mí, a muchos espectadores (gran parte del patio de butacas suele estar ocupado por gente de la profesión) se les apela emocionalmente cuando se les enfrenta al “espejo deformante de la realidad”. Así, Goyanes consigue con su historia arrancar un aplauso para la profesión por resistir frente a las adversidades, si bien a veces los actores y autores merecerían también un tirón de orejas por resignarse, y por reaccionar demasiado tarde, como la propia Minnie de El escenario ambulante expone.
El cómico o el cabaretero son figuras trágicas que despiertan la nostalgia y la ternura en el espectador pues consiguen obviar o utilizar su drama para divertir al otro. Pero este montaje no es solo una obra autorreferencial en la que se advierta al espectador del raquitismo en el que se haya la profesión. No se alude solo a la invisibilidad de la cultura para los poderosos sino a su falta de sensibilidad y su ignorancia sobre el mundo afuera. En este cabaret de Laví e Bel ya no hay plumas ni dorados cegadores con las que ocultar sus miserias y los personajes exhiben su tristeza y desavenencias con el actual rumbo del mundo sin pudor. Es un cabaret triste y melodramático carente de picardía, erotismo o lenguaje soez. De hecho, por momentos, le sobran hasta las canciones.
El show must go on y la cuarta pared han caído irreversiblemente y al espectador no le queda otra que aceptarlo. A este se le interpela constantemente, y hasta se le introduce en la escena y se le invita a vino. No obstante, es un público al que no se consigue atrapar desde el comienzo; el público entra y sale de la historia en función de las escenas que mejor funcionan entre los actores. Al fin, hacia la mitad del espectáculo, el alarde interpretativo de Antonio Leiva consigue arrancar el primer aplauso espontáneo y se produce el milagro de la empatía del público. Hasta entonces ni el guión ni el humo ni la música en directo lograba impresionar demasiado a un espectador que sonreía más por cortesía que por convicción. Pero el público no es inmune al sudor de los intérpretes y acaba siendo arrastrado por la pareja que en varios momentos logra hacer brillar una propuesta irregular, en la que la espectacularidad ha de salir de dos cuerpos siempre presentes en escena.
El teatro, como filosofía de vida si quieren, no necesita compasión sino acción, y asumir el reto es la única opción que le queda. Confiemos en que Emilio Goyanes afiance el mensaje con el que abre y cierra su nuevo montaje -“si te paras, te caes”- continuando con sus reivindicaciones dentro de la escena (pero también fuera, o el teatro se autoaniquilará pues no podrá sobrevivir eternamente dentro de su metateatralidad y sin querer enfrentar a quienes abren, cierran, invierten, legislan y programan en salas de teatro).
Ficha técnica y artística:
Autor y director: Emilio Goyanes
Intérpretes: Larisa Ramos, Antonio Leiva y Walter Sábolo (pianista)
Escenografía: Carlos Monzón
Música: Emilio Goyanes y Walter Sabolo
Iluminación: Tom Donnelan
Técnico: Miguel Miñambres
Vestuario y maquillaje: Ri y Cia.
Producción: Emilio Goyanes
Publicado originalmente en Luxedden.blogspot.com